TRAUMATOLOGIA INFANTIL

FRACTURA de PIÉ

Las fracturas de los huesos del pie son relativamente frecuentes, suponen el 6% de las fracturas infantiles, los más afectados son los metatarsianos y los dedos.

En general son benignas, pero cada vez son más frecuentes las fracturas complejas, en relación con actividades de alto riesgo en adolescentes.

Debemos recordar que al nacer el niño tiene osificados el calcáneo, el astrágalo y el cuboides. El escafoides aparece a los 3 años.

Son frecuentes las lesiones de los dedos del pie, en particular el pequeño, especialmente cuando se camina descalzo. Las fracturas simples de los cuatro dedos más pequeños del pie se curan sin necesidad de enyesar. Puede ser útil el vendaje con cinta adhesiva de los dedos afectados a los dedos adyacentes, durante 4 a 6 semanas. Usar suelas rígidas o un calzado ligeramente más ancho, puede ayudar a calmar el dolor. Si resulta demasiado doloroso caminar con un calzado normal, hay que utilizar botas hechas a la medida o calzado siguiendo la prescripción del médico.

Por lo general, una fractura del dedo gordo (hallux) tiende a ser más grave, causando dolor intenso, tumefacción y hemorragia bajo la piel. El dedo gordo puede fracturarse por un tropezón o por la caída accidental de un objeto pesado sobre el pie. Las fracturas que afectan a la articulación del dedo gordo del pie pueden requerir una cirugía.

Las fracturas pueden producirse por un traumatismo, en cuyo caso la sospecha diagnóstica será fácil. La existencia de fracturas, sin antecedente traumático previo, deberemos contemplarlas cuando se realizan actividades deportivas que exigen actos repetitivos, son consecuencia de una carga repetida. Las fracturas por stress raramente ocurren en los juegos infantiles normales.

Factores que contribuyen a las lesiones por stress:
Factores extrínsecos:

  • Presiones de adultos.
  • Técnica deportiva incorrecta.
  • Superficies duras o ásperas.
  • Entrenamiento excesivo.
  • Descanso insuficiente.
  • Equipamiento inadecuado.

Factores intrínsecos:

  • Mala alineación anatómica.
  • Estado físico inadecuado.
  • Lesiones previas.
  • Factores psicológicos.

Los huesos que se afectan con más frecuencia son los metatarsianos, el cuboides y el calcáneo.
Su diagnóstico suele ser difícil con las radiografías convencionales, se detectan con mayor precisión realizando centellograma óseo. Para el tratamiento de las fracturas por stress es fundamental el descanso y en caso necesario la inmovilización.

Las fracturas aisladas del cuboides son entidades patológicas raras que generalmente van asociadas a lesiones agregadas del pie. La literatura reporta casos en adultos siendo las fracturas en niños muy raras. Solamente el 5% de todas las fracturas en el tarso son fracturas del cuboides.

Las fracturas de escafoides representan menos de un 3% de todas las fracturas del pie. Habitualmente responden bien al tratamiento ortopédico. Las fracturas por stréss son excepcionales representando menos de un 1%. Estas fracturas con frecuencia se ignoran diagnosticándose como una tendinitis del tendón tibial anterior. Aunque es verdad que la mayoría de ellas son de naturaleza benigna y responden a tratamiento ortopédico con resultados satisfactorios, hay un grupo pequeño de ellas, que pasadas inadvertidas y por tanto no tratadas correctamente desde el principio pueden ser origen de dolor residual y limitación funcional.

La fractura del 5° metatarsiano es un tema de muchas controversias en traumatología. La primera mitad de este hueso se puede dividir en otras zonas. Y según a qué altura esté la fractura, podemos adivinar si hubo una tracción brusca del hueso al girar el pie con una carga (avulsión), si hubo un golpe, si se trata de una fractura por stress, etc.
Incluso según el tipo de fractura, podemos saber si es de buen o mal pronóstico, si va a costar la recuperación (consolidación del hueso), si debemos inmovilizar en forma estricta, relativa, prolongada e incluso en algunos casos, operar. En un niño se plantea la duda: fractura por avulsión (arrancamiento o tracción) o línea de fisis o cartílago de crecimiento, que tienen los niños en muchas partes del esqueleto (se impone la Rx del otro pié).

En los adultos, la fractura en el cuello del astrágalo representa un reto enorme para su tratamiento por la gran posibilidad de una necrosis avascular como complicación. En los niños representa aún mayor reto, por el mismo riesgo de necrosis avascular y además, por su poca frecuencia de presentación, implica mayor posibilidad de no ser diagnosticada en el primer contacto del paciente con el médico. Este hueso se caracteriza por su mal aporte vascular, ya que el 70% de su superficie está recubierta de cartílago articular, y no hay unión músculo tendinosa que se inserte en él.

El astrágalo consta de tres partes: cabeza, cuello y cuerpo. Está formado por seis carillas articulares: tres en la articulación del tobillo, dos en la articulación subastragalina y una en la astrágalo escafoidea. Una apófisis posterior con un tubérculo medial y otro lateral de menor tamaño separados por una muesca para el flexor largo del primer dedo, y una apófisis lateral. En el 50% de los pies, detrás del tubérculo lateral, existe el Os trigonum, que deriva de un centro de osificación independiente y se puede confundir con una fractura. Su vascularización depende de ramas de la arteria tibial posterior (arteria del seno del tarso, arteria deltoidea) y arteria pedía que se anastomosan entre ellas y son el principal aporte. La arteria peronea da ramas accesorias. Las fracturas del cuello del astrágalo representan el 50% de las fracturas de este hueso. Se producen por traumatismos de alta energía con hiperdorsiflexión del pie, en accidentes de tráfico o caídas de altura.

Las fracturas osteocondrales se presentan en adolescentes. Tienen 2 formas, la postero medial (inversión, flexión plantar y rotación externa) y la antero externa (inversión y flexión dorsal) acompañada de lesión ligamentaria. La lesión consiste en un trastorno, probablemente vascular, del hueso subcondral que se separa y puede incluso llegar a desprenderse, constituyéndose en un cuerpo libre intraarticular.

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